Luis Hernández Mellizo explora significados asociados al trabajo. María Victoria Santos

Enlace original de la nota en el Periódico Arteria, publicado el domingo 28 de enero de 2018:

Un golpe periódico suena en la Sala de Proyectos de la Galería Nueveochenta —de la que cabe destacar que tiene una increíble iluminación natural—. Es breve pero contundente, lo suficientemente sonoro como para que se escuche incluso en el segundo piso. Al buscar el origen del ruido, el visitante se encuentra con una de las obras de ‘Patrimonio baldío’, la exposición individual que el artista Luis Hernández Mellizo presenta hasta el 10 de marzo.

La pieza es una paleta con manchas de pintura como la que podríamos encontrar en cualquier taller artístico, pero con una diferencia bastante llamativa: en vez de pinceles, sobre ella están una serie de herramientas de trabajo como un martillo, una pala, un rastrillo y afines, que rítmicamente suben y bajan hasta golpear con la paleta, generando el ruido.

En las paredes de la sala hay otros objetos que podrían, a simple vista, parecer atípicos en una galería: tijeras de jardinería, martillos y dos escaleras de madera. Al acercarse se ve que las herramientas fueron intervenidas, talladas con frases como “pensar es luchar”, “los artistas no tienen nada que perder”, “todo nada” y “la fuerza productiva del arte”.

“Estoy tratando de evaluar una serie de significados que tienen los objetos con los que se realizan los trabajos, las herramientas, y los significados asociados al trabajo mismo como dignidad, educación, productividad, progreso, bienestar”, dice el artista de la Universidad Nacional.

Sobre el conjunto de obras, explica que “pretenden, desde el arte, asociar la labor artística con otras labores que tienen que ver, generalmente, con acciones u oficios que se aprenden a raíz del trabajo mismo de la materia. Para mí no existen muchas diferencias a la hora de concretar, materializar o producir cosas entre estas personas que realizan estos oficios y un artista. Este tipo de trabajadores están muy relacionados con la labor y producción del artista, la diferencia es que, pienso, el artista es una especie de obrero emancipado, no tiene jefes, mientras está produciendo invierte la pirámide social simbólicamente. Esas ideas resumen este proyecto”.

Ese concepto o acto de emancipación se refiere, dice, a poner en exposición productos que son resultado de investigaciones, experiencias, comparaciones y pruebas que conducen a su producción, y que finalmente estarán expuestos a críticas positivas o negativas, a evaluaciones y al comercio, “que es bastante depredador a veces, o por ciclos”.

Para Hernández Mellizo, el arte es un producto resultado de los contextos en los que crece el artista, en los que se relaciona y se educa. “Yo creo que el trabajo de un artista, en general, no tiene nacionalidad. No creo que exista un arte colombiano o latinoamericano pero, por ejemplo, mi familia es de origen campesino, entonces traigo este tipo de pensamientos que vienen de esa familia y ese contexto, o de un barrio popular u obrero”.

Su obra vincula el ejercicio plástico con el retórico. Considera que sus piezas están pensadas desde lo visual y que la inclusión de textos es una especie de irrupción del lenguaje escrito en el lenguaje visual.

“Para mí, existe una especie de diálogo o articulación entre estas frases básicas, que no necesariamente son mías sino son adaptadas y transformadas de diferentes contextos educativos, poéticos, políticos, filosóficos o incluso desde la comedia, pero son adaptados y puestos en función a los productos visuales que estoy haciendo. Pretendo articular el lenguaje escrito con el visual pero también estoy aludiendo a otro tipo de lenguaje: el de la acción corporal, que no tiene nada que ver con la performance o con la acción, sino que hay una serie de ejercicios, de acciones, que quedan registradas visualmente en su huella”.

En ese sentido, en el segundo piso el visitante encuentra obras como, por ejemplo, un frottage, y también se muestra la placa de madera de donde fue sacado. O una larga línea de monedas de un peso argentino, deformadas por el peso. El artista las puso bajo las vías de un tren en Buenos Aires (vive y trabaja entre esta ciudad y Bogotá) y luego las recogió, cuestionando también el concepto de valor.

Además exhibe dibujos que representan herramientas u objetos tradicionales de trabajo, junto a monedas, una serie de carteles con distintas frases y pedazos del abecedario hechos con sellos de papa, y un mural acompañado de un rodillo de pintura.

Parece que la invitación en esta exhibición es a cuestionarse el significado, concepto y valor del trabajo. “Creo que estamos en una sociedad que ha desvirtuado muchas ideas básicas como bienestar o felicidad, y me parece que el trabajo que encuentre cualquier persona debería brindarle algo de eso. No puedo evaluar las vidas o los trabajos de otras personas, pero pienso que deberían estar ligados a esas ideas básicas de bienestar o felicidad, si es que existen”, dice.

Y trabajar es, precisamente, lo que seguirá haciendo este año. Hasta ahora, ha estado haciendo una serie de talleres en el marco de la exposición ‘La cosa está candela’, del colectivo Los Carpinteros en el Museo de Arte Miguel Urrutia, luego estará en Madrid en unos estudios abiertos y charlas en la Universidad Complutense,  y entre marzo y abril estará en una residencia en Ámsterdam, donde tiene planeado hacer un proyecto relacionado con libros, palabras y significados —ya había trabajado previamente con libros en su obra—.

“La ventaja de estar en una residencia es que uno tiene una idea general o principal pero puede resultar cualquier cosa. Esas residencias en las que toca estar totalmente encerrado, en la que uno debe tener un proyecto específico, cerrado, con presupuestos y tiempos, no es una residencia. Tal vez es una manera de pasar un proyecto y ser aprobado, pero se están perdiendo de lo que es realmente una residencia: la experiencia”, dice.

El trabajo de Hernández Mellizo suele caracterizarse por utilizar materiales básicos para buscar significados en torno a la cultura, sociedad, el arte, el trabajo, el valor de los objetos y el lenguaje. 'Patrimonio baldío' es su más reciente búsqueda y muestra de estos intereses.