La construcción de un mundo mejor. Luciana Rizo

La presente exposición surge del proyecto “Maquetas de monumentos para la construcción de un mundo

mejor” presentado en junio de 2021 en el Museo Móvil Miniatura de Arte Contemporáneo de Washington,

E.E.U.U. Para este, Hernández Mellizo produjo tres esculturas realizadas con martillos pintados como

prototipos de maquetas para monumentos ficticios. La materialidad, el tamaño y el modo de exposición de

estos pequeños monumentos pretende controvertirsu concepción.


La construcción de un mundo mejor (2022) continúa analizando las posibilidades de interpretación de un

conjunto de objetos simbólicos como: escudos, mapas, esculturas y por supuesto, monumentos; a los que,

en primera instancia, se les otorga un único significado. Sin embargo, al ser trasladados a las salas de

exposición se replantea su sentido; generando una crítica a la manera en que se ha entendido el concepto

de nación, de identidad, de Latinoamérica, entre otros.


El título de la muestra, entonces, remite a paradojas que evocan los elementos seleccionados para construir

cada una de las piezas. Por ejemplo, el mapa geopolítico “deformado” propone una narrativa sobre la

construcción de Latinoamérica desde una perspectiva decolonial. Asimismo, las placas en frotagge evocan

la invisibilización de los derechos del hombre y los monumentos cuestionan la conmemoración de eventos o

sujetos, así como, el fundamento de la identidad en una comunidad. Lo anterior, sin dejar de lado

interrogantessobre el quehacer del artista y su rol en la sociedad contemporánea.


Hernández Mellizo invita al espectador a considerar estos conceptos y su vigencia desde una exhaustiva

investigación de la historia y el lenguaje, repensando su impacto en la sociedad y en la cultura

Latinoamericana. Planteando preguntas como: ¿Construimos un mundo mejor a través de símbolos patrios?

¿El significado de los objetos es estático? ¿Podemos establecer un diálogo con los monumentos que hacen

parte de nuestro contexto? ¿Estos deberían ubicarse en el espacio público? ¿Cuál es el resultado de las

narrativas históricas tradicionales en la sociedad y cultura?


La economía de los colores. Luis Hernández Mellizo

Sueño de un atardecer, Noche en la pradera, Paseo en el parque, Pétalos de primavera, Amanecer en el cielo, Paisaje lunar y Mar denso son algunas de las expresiones que usan las empresas que hacen nuevos porcentajes en las mezclas de pigmentos básicos de color para promover una carta de nuevas tendencias de colores, aunque no son nuevos porque nada hay por descubrir en el espectro visible (frecuencias). Mientras tanto, algún grupo de fotografía, diseño y publicidad crea una variación de la estrategia de siempre: recrear escenas domésticas para mostrar el color aplicado en contexto. Imágenes que dictan composiciones entre paredes, pisos, muebles y accesorios sobrios; escenas amables, limpias entre algunas otras características sobre cómo deberíamos crear y ajustar nuestra arquitectura emocional de casa.

Las obras de este proyecto parten de la extracción y reproducción pictórica de las imágenes de los escenarios que plantean dichas campañas pero las despoja de su principal motivo: El color. Los tonos y matices propuestos son traducidos al blanco y al negro y a los tonos intermedios de grises, el color queda desplazado de la pintura a la pared, que es en donde realmente las empresas la proponen poner (en la teoría del color por sustracción, parámetro bajo el cual tradicionalmente se pinta, el blanco y el negro no son colores sino la luz y la oscuridad respectivamente), y el escenario se convierte en la pintura-obra. Son pinturas que parten del lenguaje fotográfico y pretenden discutir lo pictórico en su amplio espectro y, por ende, la pintura de la gran tradición europea y a la pintura que conocemos del día a día que nos venden las empresas con la que pintamos casas, carros y otros objetos. Estas pinturas al margen de las que pretenden situarse en la “era digital” son la parte no protagonista, pero sí la estable y permanente de lo que nos atañe en la vida cotidiana en nuestros domicilios, son los fondos de algo. Las obras y las pinturas de las paredes se juntan para afirmar la posibilidad de su exposición en una galería comercial y de su eventual comercialización y disposición en un espacio privado, intentan aprovechar la situación para introducir elementos simbólicos de discusión para pensar la imagen, el arte mismo y lo que aceptamos socialmente como tal. El color se queda en lo útil, la pintura que sirve, la de las paredes, para un gobierno que realiza allanamientos ilegales en medios culturales, censura carrozas en festivales populares y prohíbe aplicaciones móviles entre otras cosas, esta sería de guerrilla; se acomoda a las circunstancias de una galería privada que me representa y viaja a ferias.

En la misma idea al ‘encajar’ este proyecto pictórico en línea con la producción industrial de empresas locales simbólicamente hurta algo que dicha producción no contempla, la capacidad de reinterpretación de un color en el espectro visible en el cambiante devenir de la privacidad de un domicilio particular y quien lo habite, algo que llamo una Plusvalía residual, que es eso que ningún grupo político, empresa o gobierno puede tomar de los autores (además de los derechos morales de las obras) porque es ese valor que resulta de la transformación, intercambio y aceptación de quienes producimos algún tipo de objetos (entiéndase en su amplio espectro teórico) artísticos como un asalto al medio de producción. Pueden ser varias las estrategias: customización, bricolaje, traslado, edición o cualquier otra desarrollada en el proceso creativo. Así, después de 200 años parece que finalmente estaríamos en la conformación de un “arte nacional”, porque al contrario de lo que promueve nuestro Ministerio de Cultura el arte no es una innovación para la viabilidad económica sino el nicho, la deconstrucción, la hormiga que va deshaciendo un lugar para poco a poco construir un mundo nuevo. Es Economía Naranja porque así como Rappi (tomado como ejemplo colombiano de emprendimiento en las nuevas tecnologías) robó la idea de UberEats para este proyecto robo las imágenes de diseñadores y fotógrafos pagados por las industrias de la pintura para usarlas en mis pinturas. Solo encontrando esa plusvalía residual, (un Rappi del arte , sin embargo no explotando a grupos marginales de la sociedad que deben trabajar ahí para no morir de hambre, el artista ha aguantado pero no se ha muerto de hambre tampoco, no aún) Si hay algo que logra el trabajo del artista es su aceptación social, otro asunto es lograr buenas obras y reconocimiento y difusión por ello, así como su sustentabilidad. Así pretendo establecer una analogía entre el sistema propuesto por gobiernos como el local de monetizar la cultura y el sistema de entender lo visual en el arte, en este caso al apropiarme de los nombres del producto para las obras, al usar sus códigos de nominación del color y al editar el producto sacando una parte para proyectarla, le adiciono un valor que está por fuera de lo que se espera de una lógica del mercado.

Este proyecto es un intento de dar una respuesta y una salida digna al artista como trabajador en los movimientos actuales de la escena local parcialmente dominada por el acaparamiento de los recursos públicos, el intento de las determinaciones estéticas de los privados y dicho emprendedodurismo promovido por el gobierno actual de donde deriva el título de este proyecto; es sensacionalismo y populismo aplicado a lo Cultural, así como en gobiernos anteriores se ha usado la cultura en forma de “falso positivo” o sea un falso positivo cultural (como el robo del Goya para distraer la noticia del hallazgo de cientos de millones de pesos en malos manejos de la FUGA, entre otros) Es una manera de morder, legalmente, recursos económicos en el contexto de un sistema hostil y desigual en el que la mayoría de trabajadores, entre esos, algunos de los pocos artistas pobres que existimos, sobrevivimos con escasos recursos en una manera del rebusque mismo. Es economía por la escasez o lo barato de sacarle los colores a la pintura, y trabajarlas en gamas entre el blanco y el negro, son bodegones que pueden llegar a señalar parte del género de la pintura aunque sus consideraciones sean diferentes a las de la Historia del arte, es un ejercicio en beneficio de un artista sin patrimonio y casi siempre endeudado. Es economía de los colores porque se ‘raspa la olla’, Porque parece no ser más que una tergiversación neoliberal cultural de la cuarta revolución industrial de la humanidad, el pensamiento.

Luis Hernández Mellizo: El pintor desempleado antikantiano / Unemployed anti-kantian painter

Libro / Book

Este libro es un publicación de Nueveochenta en Red, un proyecto donde investigadores, críticos y curadores son invitados a escribir sobre las obras. Se trata de un esfuerzo por ampliar los públicos del arte contemporáneo y de ofrecer, en una plataforma digital, información detallada y lecturas críticas sobre la obra de los artistas. 
Se podrá consultar el texto escrito por Guillermo Vanegas sobre Luis Hernández Mellizo en línea en el siguiente enlace:


https://issuu.com/nueveochentaenred/docs/luis_herna_ndez_mellizo._el_pintor_desempleado_ant


This book is a publication of Nueveochenta en Red, a project where researchers, critics and curators are invited to write about the artworks. It´s an effort to expand the audiences of contemporary art and to offer, on a digital platform, detailed information and critical readings about the artwork of artists.
You can read the text written by Guillermo Vanegas about Luis Hernandez Mellizo online at the link


Economía de los colores. Nicole Cartier

En la producción de Hernández Mellizo prevalece una constante lucidez alrededor del hecho que el contexto en que se inserta una imagen determina la gama de significados que ésta puede llegar a adquirir. Las fotografías incluidas en un catálogo de una tienda no plantean ninguna pregunta, sino que se construyen como un anhelo que, como observadores, recibimos pasivamente: los espacios luminosos nos invitan a ocuparlos, los objetos relucientes a comprarlos. La imagen publicitaria nos promete felicidad a partir de un acto tan sencillo como el de la adquisición, nos convence que seremos exitosos si tenemos un apartamento de paredes color ‘Ponche cítrico’ o ‘Pétalos de primavera’, si nos sentamos en una poltrona a la que le hagan juego las lámparas y el perro. Son imágenes cuidadosamente construidas, cargadas de un fuerte sentido escenográfico que nos invitan a convertirnos en sus protagonistas.
En Economía de los colores, el artista se apropia de esas fotografías publicitarias y, con paciencia, traduce al óleo las escenas falsamente cotidianas. Cuando estas imágenes atraviesan una transformación material —cuando pasan de lo digital a lo análogo, de la foto de estudio al bodegón en el lienzo— pierden su valor aspiracional: el glamour y el estatus que promete el consumo se revela ilusorio. Al ser privados de color, esos espacios originalmente tan seductores a la mirada se convierten en escenarios que ya no invitan a ser habitados; parecen, en cambio, remitir a la presencia de un ser humano que ya no está, o tal vez nunca estuvo. Una silla vacía, un marco sin lienzo, una mascota sin dueño —cada elemento pierde su rol dentro del ciclo de consumo donde se concibió originalmente. Paradójicamente, es ahí cuando entran a un nuevo ciclo: el del mercado del arte, donde se convierten en nuevos objetos de deseo que prometen estatus a su comprador. En este caso, es el artista quien ofrece al público su propio catálogo de lienzos destinados a ser colgados sobre esas paredes ‘Rosa discreto’ dentro de casas luminosas, limpias —como sacadas de catálogo.
Una última pregunta parece subyacer a la muestra: ¿hasta qué punto los objetos que compramos, los espacios que habitamos, la comida que consumimos, son un reflejo de quienes somos como individuos, o como sociedad? ¿Qué dirían de nosotros, en un futuro, si sólo quedaran revistas de diseño de interiores, catálogos de objetos para el hogar o fotografías de alacenas rebosantes de comida empacada, enlatada y patentada? Se cuestiona el rol que cumple el artista en estas dinámicas de producción de mercancía, de embellecimiento de la realidad y de consolidación de modelos aspiracionales: él, como un trabajador más, ofrece un servicio y un producto que libera para que las fuerzas del mercado hagan con éste lo que les plazca.

Nicole Cartier

El lugar entre las palabras. Benedetta Casini


Hasta el mapa miente. Aprendemos la geografía del mundo en un mapa que no muestra el mundo tal cual es, sino tal como sus dueños mandan que sea. En el planisferio tradicional, el que se usa en las escuelas y en todas partes, el Ecuador no está en el centro, el norte ocupa dos tercios y el sur, uno. América Latina abarca en el mapamundi menos espacio que Europa y mucho menos que la suma de Estados Unidos y Canadá, cuando en realidad América Latina es dos veces más grande que Europa y bastante mayor que Estados Unidos y Canadá. El mapa, que nos achica, simboliza todo lo demás. Geografía robada, economía saqueada, historia falsificada, usurpación cotidiana de la realidad del llamado Tercer Mundo, habitado por gentes de tercera, abarca menos, come menos, recuerda menos, vive menos, dice menos. (Eduardo Galeano).


El lugar entre las palabras es un espacio en blanco, un vacío. 
A la vez es lo que les da forma a las palabras, lo que permite que a cada significante corresponda un significado. De alguna manera es un no-lugar, algo que está pero no se ve, pasa desapercibido - como la pared detrás de una tela - solo existe en relación a algo más, como momento de pasaje entre una palabra y otra. Que sucedería si juntáramos todas las palabras de un texto y luego separáramos las letras aleatoriamente? Un nuevo lenguaje, ininteligible. Posibilidades infinitas. 

Tallando territorios inexistentes en libros de los más variados orígenes, Luis Hernández Mellizo traza entre las hojas un lugar ausente, una geografía nueva, automática e intuitiva. Como palabras de un lenguaje inédito, los tomos de un diccionario enciclopédico configuran el canto erosionado de un rio imaginario. Vehículos de un conocimiento estático, los libros ya no existen para ser leídos sino que se convierten en pura forma, materia plástica vaciada de su contenido y manipulada para la construcción de un nuevo relato.

Tras un proceso inverso, una reconstrucción de la luna tal como la imaginó un ilustrador del siglo XIX se convierte en un cartel pancarta: esta vez son las palabras las que irrumpen en el territorio, transfigurándolo con minuciosas perforaciones. La estratificación de miradas se configura en una topografía subjetiva de uno de los territorios más explorados por el imaginario colectivo, cuya identidad oscila continuamente entre realidad y ficción. Asimismo, países que en la cartografía tradicional ocupan las extremidades opuestas de América del Sur, como Colombia y Argentina, coquetean inesperadamente aislados de los territorios limítrofes en un mapa afectivo, enunciando una geografía interior del artista. 

En otra sala, una luz puntual ilumina de a uno los libros intervenidos dispuestos en una mesa circular, como un antiguo modelo del universo. Textos de distintos idiomas - textos imposibles de leer, semánticamente vaciados – vinculan entre sí territorios lejanos. Sus títulos y tapas son el único criterio de selección, sin importar su contenido. Las geografías se multiplican, los libros componen un absurdo atlas de conocimiento.  De fondo, el sonido de una grabación defectuosa esboza un insólito mapeo de América Latina: a la erudición de los diccionarios enciclopédicos y los mapas geográficos se contrapone la informalidad de la cultura popular, el gesto intuitivo – y sin embargo quirúrgico – de reconstruir aleatoriamente un territorio combinando sus ritmos y sus voces. Al lado, la representación topográfica de una América Latina borrada sugiere recomponer el rompecabezas de forma caprichosa. 

A través de este insólito atlas descompuesto Luis Hernández Mellizo reconstruye un territorio cuya identidad ha sido desmembrada y largamente contaminada por pensamientos coloniales. El conocimiento canónico y convencional vehiculado por los libros y los mapas es la materia prima que el artista manipula para generar un espacio geo-poético. ¿Qué representan las fronteras y las ciudades si el océano las desplaza de su posición originaria reconfigurándolas en un orden aleatorio? ¿Cómo orientarse en un mapa ciego? ¿Qué leer entre las hojas de un libro mutilado? En una suerte de desaprendizaje metódico, el artista desarticula el saber normativo y el conocimiento convencional, proponiendo otra mirada, resultado de un procedimiento azaroso e intuitivo. A partir de una recuperación de lo plástico y lo afectivo genera su “mundo corregido”, hasta revertir la geopolítica del conocimiento. 

Benedetta Casini

The place between words

Luis Hernández Mellizo [Bogotá, Colombia, 1978] is the new artist in residence at the BijlmAIR studio, the residency program of CBK Zuidoost in collaboration with Bradwolff Projects and Stedelijk Museum. Artists in the residency must integrate ‘Amsterdam Zuidoost’ into their art project in some shape or form, thereby building a relationship with the area.
Mellizo has chosen to reflect on the backgrounds and places that the people in the Bijlmer neighbourhood come from. This appropriately follows on from his on-going project about cultural identities and social discourses within various cities, aiming to establish connections between the work of the artist and the working class.


The title of the artist’s solo exhibition at Bradwolff Projects, ‘The Place Between Words’, refers to his exploration of cultural identities within the Bijlmer and his endeavour to distinguish something that cannot in fact be written, spoken or translated. Mellizo’s project seeks to portray a social landscape through his own experience of coexisting in the midst of the multicultural area, where he is caught between being a tourist and a newcomer.


By asking a series of questions about places, languages and words, Mellizo attempts to find a common ground in the middle of a diversity of experiences, memories and coexistences within the Bijlmer. With these questions, he encourages people in the Bijlmer to contemplate on their position in society and their own background. The artist takes this exploration of identities further by searching inside dictionaries and atlases for the words that have been written, either highlighting or physically removing material from the books, and as a result, creating another kind of language. His meticulousness in deconstructing these ‘books’ accentuates this ‘place’ that lies between the words.


The work of Mellizo is moulded around experiences and understandings of different cultures. He examines, researches and compiles information, whilst reflecting on his own situation as an artist in society. The artist’s projects tend to be characterized through the use of simple materials, such as books, newspapers, souvenirs and other mundane objects, in order to explore the meanings around cultures, societies, languages and arts. For this specific exhibition, Mellizo searches for meanings of the value of words, using books in relation to his own experience of living in Amsterdam and the diverse cultural identities that surround him.

BP




luis hernández mellizo
the place between words


Luis Hernández Mellizo (Bogotá, Colombia, 1978) is de nieuwe kunstenaar van het BijlmAIR residentieprogramma van CBK Zuidoost in samenwerking met Bradwolff Projects en het Stedelijk Museum. Alle BijlmAIR kunstenaars integreren op de een of andere manier ‘Amsterdam Zuidoost’ in hun kunstprojecten vanuit een door hen geformuleerde relatie met het gebied.Mellizo heeft ervoor gekozen om te reflecteren op de achtergronden en plaatsen waar de mensen in de Bijlmer vandaan komen. Dit werk sluit aan bij zijn lopende project over culturele identiteiten en sociale discoursen in verschillende steden, gericht op het leggen van verbindingen tussen zijn werk en een arbeidersklasse.

De titel van Mellizo’s solotentoonstelling, ‘The Place Between Words’, bij Bradwolff Projects, verwijst naar zijn verkenningen van culturele identiteiten binnen de Bijlmer en zijn streven om ‘iets’ te differentiëren dat eigenlijk niet geschreven, gesproken of vertaald kan worden. Mellizo’s project probeert een sociaal landschap te portretteren. Hij doet dit door zijn eigen ervaringen te visualiseren van naast elkaar bestaan, in het midden van dit multiculturele gebied, waarbij hij Amsterdam(-Zuidoost) ervaart zowel als toerist en als nieuwkomer. Voor deze tentoonstelling visualiseert Mellizo zijn eigen ervaring van zijn leven in Amsterdam en de diverse culturele identiteiten die hem omringen.

Door een reeks vragen te stellen over plaatsen, talen en woorden streeft Mellizo ernaar een gemeenschappelijke basis te vinden te midden van een diversiteit aan ervaringen, herinneringen en het naast elkaar leven binnen de Bijlmer. Met deze vragen moedigt hij mensen in de Bijlmer aan om na te denken over hun positie in de samenleving en hun eigen achtergrond. Mellizo onderzoekt deze verkenning van identiteiten verder in (woorden)boeken en atlassen door te zoeken naar woorden die zijn geschreven, of gemarkeerd: door zijn ingrepen creëert hij een nieuwe visuele taal. Zijn nauwgezetheid bij het deconstrueren van deze ‘taalconstructies’ benadrukt deze ‘plek’ die tussen de woorden ligt.

Luis Hernández Mellizo studeerde beeldende kunsten aan de Nationale Universiteit van Colombia in Bogotá en aan de Nationale Universiteit voor de Kunsten in Buenos Aires. Sindsdien heeft hij deelgenomen aan tal van groeps- en individuele exposities in diverse steden in Latijns-Amerika en ook internationaal. Mellizo verdeelt zijn tijd tussen Bogotá en Buenos Aires en is in staat om onafhankelijk en flexibel te werken. Hij is coördinator van La Mancha, een estafetteproject van kunstenaars om tijdelijke interventies te doen in LPEP, een kunsthuis in Buenos Aires. Hij wordt vertegenwoordigd door Galería Nueveochenta, Bogotá.

El ‘Patrimonio baldío’, de Luis Hernández Mellizo, en Bogotá


Enlace original de la nota de prensa en el periódico El Tiempo, publicado el martes  12 de febrero de 2018:

http://m.eltiempo.com/cultura/arte-y-teatro/patrimonio-baldio-en-la-galeria-nueveochenta-181810


El ‘Patrimonio baldío’, de Luis Hernández Mellizo, en Bogotá

Esta muestra que está en la galería Nueveochenta se desarrolla alrededor del trabajo como concepto.

Luis Hernández Mellizo nació en Bogotá en 1978 y estudió en la Universidad Nacional.
Por: Cultura
12 de febrero 2018 , 11:28 p.m.
Martillos, rodillos, sellos hechos con papas, hachas en miniatura, billetes y monedas forman parte de la más reciente exposición del artista bogotano Luis Hernández Mellizo (1978), como una forma de cuestionar las condiciones que definen el trabajo como concepto, el alcance de la actividad socioeconómica y la fuerza de trabajo de un individuo.

Dichos objetos no están en su estado ‘natural’, es decir, relacionados con la labor que tienen en el trabajo de un obrero, un jardinero o un constructor, sino que han sido intervenidos como una forma de revelar su carácter no capitalizable y de hablar del trabajo como una acción que se transforma.

En esta muestra, que se presenta en la galería Nueveochenta hasta el 10 de marzo, el dinero como objeto pierde su valor, como sucede con una serie de 100 monedas argentinas de un peso, ubicadas en línea recta sobre un soporte de madera que se sostiene en la pared, que lucen aplanadas.

“Es un objeto metálico que tiene una serie de inscripciones y vale un peso. Pero ¿cuál es el valor de ese peso? Es un juego de palabras, pues a ese peso le imprimí peso, como una forma de anular esa ecuación”, cuenta Hernández.

Para lograrlo, el artista puso las monedas en los rieles del tren en Buenos Aires, Argentina, país donde el artista ha desarrollado parte de su trabajo, para que este les pasara por encima y así les quitara la posibilidad de ser cambiadas.

Hernández, quien estudió Artes Plásticas y Visuales en la Universidad Nacional, también plantea una similitud entre el quehacer artístico y los oficios tradicionales, pues considera que en la sociedad actual, el arte es de difícil acceso, como que “debería haber unos conocimientos previos que impiden que circule. Por eso, trato de hacer el símil con esos otros trabajos que, generalmente, no tienen una instrucción académica, como la construcción”.

El artista no intenta ponerse en los zapatos de esos trabajadores, sino que trata de establecer un puente de paridad. Por eso considera que el artista, a diferencia de personas dedicadas a otras profesiones, se pone el overol, trabaja con la materia prima, se ensucia, hace pruebas y termina ‘un producto’, de forma tal que “el arte no funciona con la lógica que tiene otro tipo de disciplinas”.

Hernández habla de patrimonio porque los objetos iniciales que usó en su proyecto tienen una capacidad implícita de valor. Y de baldío como algo que está en potencia de algo, “como quieto, pero que eventualmente podría llegar a generar mucho, como la capacidad de ejercicio de poder de algo”.

Luis Hernández Mellizo explora significados asociados al trabajo. María Victoria Santos

Enlace original de la nota en el Periódico Arteria, publicado el domingo 28 de enero de 2018:

Un golpe periódico suena en la Sala de Proyectos de la Galería Nueveochenta —de la que cabe destacar que tiene una increíble iluminación natural—. Es breve pero contundente, lo suficientemente sonoro como para que se escuche incluso en el segundo piso. Al buscar el origen del ruido, el visitante se encuentra con una de las obras de ‘Patrimonio baldío’, la exposición individual que el artista Luis Hernández Mellizo presenta hasta el 10 de marzo.

La pieza es una paleta con manchas de pintura como la que podríamos encontrar en cualquier taller artístico, pero con una diferencia bastante llamativa: en vez de pinceles, sobre ella están una serie de herramientas de trabajo como un martillo, una pala, un rastrillo y afines, que rítmicamente suben y bajan hasta golpear con la paleta, generando el ruido.

En las paredes de la sala hay otros objetos que podrían, a simple vista, parecer atípicos en una galería: tijeras de jardinería, martillos y dos escaleras de madera. Al acercarse se ve que las herramientas fueron intervenidas, talladas con frases como “pensar es luchar”, “los artistas no tienen nada que perder”, “todo nada” y “la fuerza productiva del arte”.

“Estoy tratando de evaluar una serie de significados que tienen los objetos con los que se realizan los trabajos, las herramientas, y los significados asociados al trabajo mismo como dignidad, educación, productividad, progreso, bienestar”, dice el artista de la Universidad Nacional.

Sobre el conjunto de obras, explica que “pretenden, desde el arte, asociar la labor artística con otras labores que tienen que ver, generalmente, con acciones u oficios que se aprenden a raíz del trabajo mismo de la materia. Para mí no existen muchas diferencias a la hora de concretar, materializar o producir cosas entre estas personas que realizan estos oficios y un artista. Este tipo de trabajadores están muy relacionados con la labor y producción del artista, la diferencia es que, pienso, el artista es una especie de obrero emancipado, no tiene jefes, mientras está produciendo invierte la pirámide social simbólicamente. Esas ideas resumen este proyecto”.

Ese concepto o acto de emancipación se refiere, dice, a poner en exposición productos que son resultado de investigaciones, experiencias, comparaciones y pruebas que conducen a su producción, y que finalmente estarán expuestos a críticas positivas o negativas, a evaluaciones y al comercio, “que es bastante depredador a veces, o por ciclos”.

Para Hernández Mellizo, el arte es un producto resultado de los contextos en los que crece el artista, en los que se relaciona y se educa. “Yo creo que el trabajo de un artista, en general, no tiene nacionalidad. No creo que exista un arte colombiano o latinoamericano pero, por ejemplo, mi familia es de origen campesino, entonces traigo este tipo de pensamientos que vienen de esa familia y ese contexto, o de un barrio popular u obrero”.

Su obra vincula el ejercicio plástico con el retórico. Considera que sus piezas están pensadas desde lo visual y que la inclusión de textos es una especie de irrupción del lenguaje escrito en el lenguaje visual.

“Para mí, existe una especie de diálogo o articulación entre estas frases básicas, que no necesariamente son mías sino son adaptadas y transformadas de diferentes contextos educativos, poéticos, políticos, filosóficos o incluso desde la comedia, pero son adaptados y puestos en función a los productos visuales que estoy haciendo. Pretendo articular el lenguaje escrito con el visual pero también estoy aludiendo a otro tipo de lenguaje: el de la acción corporal, que no tiene nada que ver con la performance o con la acción, sino que hay una serie de ejercicios, de acciones, que quedan registradas visualmente en su huella”.

En ese sentido, en el segundo piso el visitante encuentra obras como, por ejemplo, un frottage, y también se muestra la placa de madera de donde fue sacado. O una larga línea de monedas de un peso argentino, deformadas por el peso. El artista las puso bajo las vías de un tren en Buenos Aires (vive y trabaja entre esta ciudad y Bogotá) y luego las recogió, cuestionando también el concepto de valor.

Además exhibe dibujos que representan herramientas u objetos tradicionales de trabajo, junto a monedas, una serie de carteles con distintas frases y pedazos del abecedario hechos con sellos de papa, y un mural acompañado de un rodillo de pintura.

Parece que la invitación en esta exhibición es a cuestionarse el significado, concepto y valor del trabajo. “Creo que estamos en una sociedad que ha desvirtuado muchas ideas básicas como bienestar o felicidad, y me parece que el trabajo que encuentre cualquier persona debería brindarle algo de eso. No puedo evaluar las vidas o los trabajos de otras personas, pero pienso que deberían estar ligados a esas ideas básicas de bienestar o felicidad, si es que existen”, dice.

Y trabajar es, precisamente, lo que seguirá haciendo este año. Hasta ahora, ha estado haciendo una serie de talleres en el marco de la exposición ‘La cosa está candela’, del colectivo Los Carpinteros en el Museo de Arte Miguel Urrutia, luego estará en Madrid en unos estudios abiertos y charlas en la Universidad Complutense,  y entre marzo y abril estará en una residencia en Ámsterdam, donde tiene planeado hacer un proyecto relacionado con libros, palabras y significados —ya había trabajado previamente con libros en su obra—.

“La ventaja de estar en una residencia es que uno tiene una idea general o principal pero puede resultar cualquier cosa. Esas residencias en las que toca estar totalmente encerrado, en la que uno debe tener un proyecto específico, cerrado, con presupuestos y tiempos, no es una residencia. Tal vez es una manera de pasar un proyecto y ser aprobado, pero se están perdiendo de lo que es realmente una residencia: la experiencia”, dice.

El trabajo de Hernández Mellizo suele caracterizarse por utilizar materiales básicos para buscar significados en torno a la cultura, sociedad, el arte, el trabajo, el valor de los objetos y el lenguaje. 'Patrimonio baldío' es su más reciente búsqueda y muestra de estos intereses.

Patrimonio baldío. María Fernanda Mancera

Patrimonio baldío
Luis Hernández Mellizo (Bogotá, 1978) 
25 de enero  - 10 de marzo

La obra más reciente de Luis Hernández Mellizo se desarrolla alrededor del trabajo como concepto, desde una perspectiva que cuestiona las condiciones que lo definen, el alcance de la actividad socioeconómica y la fuerza de trabajo de un individuo. Existe en sus proyectos un interés por preguntarse si el trabajo realmente dignifica, lo que lo lleva a reflexionar en torno al sentido del hacer con piezas que ocupan materiales básicos, se apropian de discursos sociales y plantean símiles entre el quehacer artístico y los oficios tradicionales.

En Patrimonio baldío el artista parte de objetos e imágenes que históricamente han estado asociadas al concepto de trabajo como dinero, productos agrícolas, herramientas de oficios tradicionales y simbología política, y les adiciona un nuevo significado, fundamentalmente visual, mediante el cual cuestiona las definiciones de arte, producción, valor, originalidad y legitimidad. De esta manera, establece una serie de contrastes entre las piezas originales y las intervenciones que revelan su carácter no capitalizable y hablan del trabajo como una acción que se transforma.

Dicho ejercicio muestra que tanto el valor como el sentido de los objetos vinculados a la noción de trabajo están dados por asociaciones y significados precisos y que estos se pueden anular por medio de alteraciones formales. Es así como la exposición replantea la función, el alcance y la relevancia del trabajo como concepto, al tiempo que propone una re interpretación del mismo, pues advierte que su significación es mucho más amplia que la de aquella construcción social en la que se enmarca.


Acerca de El papel del trabajo / About The role of work. Pablo Rosales

Lumpen, Trabajador, Aristócrata, todo en uno
Ser artista probablemente sea una voluntad de tornarse extranjero de todo
Autonomía y buenos precios
Trompe l´oeil
Todas las herramientas del artista son armas de doble filo
Un artista vendería su alma, pero nunca su tiempo
El artista aprende haciendo, como a todos se les da todo, sólo él sabe que no sabe (esto no se lo digas a nadie)
La pintura es el único oficio del artista, también lo es para aquellos que han sabido hacer de no-estar-pintando una singular profesión
El oficio del artista es el arte de no trabajar
-En el trabajo de Luis hay una referencia constante a la pintura-
El trabajo del artista es el oficio de no saber ningún arte. 
-En la pintura de Luis hay una referencia constante al trabajo-
El arte del artista es el trabajo de no tener oficio
El artista se mueve a gusto entre una obra en construcción y un cocktail
Todo concepto artístico referirá siempre en mayor o menor medida a la pintura de la que quiere escapar
Los artistas se encuentran en la generosa cima de una pirámide invertida, y hacia abajo, las nueve instancias del declive infernal
De haber sabido que el arte es una fiesta, no hubiera venido
Iluso
Anarquista profesional
¿Se puede escribir con aire, pintar con espacio, vivir del arte?
El papel del trabajo está ahora en sus manos.


Lumpenproletariat, worker, aristocrat, all in one
Began an artist probably means striving to become foreign to everything
Autonomy and good deals
Trompe l´oeil
All of the artist´s tools are double-edged swords
An artist might sell his soul, but never his time
The artist learns by doing and that means making everything sooner or later, only he knows that he does not know (don´t tell anyone)
Painting is the artist only trade, as it is for all those who have been able to make not-being-painting into a singular profession
The artist´s trade is the art of not working
-Luis´s work makes constant reference to painting-
The artist´s work is the trade of not knowing any art.
-Luis´s work makes constant reference to work-
The artist´s art is the work of having no trade
The artist moves at whim between a construction site and a cocktail party
Any artistic concept will, to a greater or less degree, end up making reference to the painting from which it wants to escape
Artists find themselves on the ample tip of an upside-down pyramid and, below, are the nine moments of the descent to hell
Had he known that art is a party, he wouldn´t have come
Fool
Professional anarchist
Is it possible to write with air, to paint with space, to live from art?
The role of work is now in his hands.




El papel del trabajo. Érika Martínez Cuervo

Hay en los proyectos de Luis Hernández Mellizo un pensamiento crítico sobre el trabajo como forma de vida. Enunciados plásticos que discuten el sentido histórico de la actividad productiva que ha sido establecida como única vía hacía el progreso. Y en ese marco, ubica al oficio del artista como otro más de la cadena de producción que soporta al aparato económico ordenador del mundo. Ahora, esos enunciados plásticos tienen un carácter convulso que apuntan a las inconsistencias de ese ente ordenador. Los objetos, videos y pinturas, no sólo nos están diciendo cosas sobre el arte sino también sobre las tensiones actuales entre el arte, el trabajo y la vida. Nos seduce la belleza del objeto como obra y como cosa en el mundo, lo que nos hace preguntarnos sobre el lugar de la obra de arte en el tiempo presente.

El artista asume que el trabajo es una forma de estar en el mundo, pero no una única forma. Ahí, Luis Hernández pone al artista y a su oficio en un espacio en el que pueden emerger otras posibilidades, donde es factible la reflexión sobre el sentido mismo del hacer, no solo en términos de productividad sino también de creatividad y placer. Así mismo  pone sobre la mesa el poder que tiene el arte para vaciar de sentido (de significación) aquellos conceptos aparentemente inamovibles y que están sustentados en una categoría de verdad. Nos dice entonces: es en el arte y con el arte donde pueden suceder esas cosas.

Hernández entiende así a la imagen como un constructo cultural hecho con signos, éstos mismos son los que utiliza para subvertir el lenguaje a través de piezas cargadas de una especie de humor negro y que - para completar - están siendo exhibidas en una galería de arte. La jugada resulta sospechosa, incluso insostenible, pero creo que es ese espacio impuro del pensamiento y de la interpretación el que interesa al artista. El arte con mayúsculas está refiriéndose (en esta exposición) al arte que categorizamos con minúsculas (arte-oficio). Luis Hernández alude a un hecho inevitable precisamente en uno de los espacios (la galería) que por convención institucionaliza EL ARTE. Abre entonces otro cuestionamiento: ¿para quién trabaja el artista?.

El montaje nos refuerza la paradoja[1] de la que ya es contenedora cada obra dentro de la exposición. Las herramientas que también son esculturas están apenas recostadas en la pared, desechas de su utilidad, bellamente transformadas se anulan a ellas mismas. Libros intervenidos por el artista que ya no pueden ser leídos. Un video-collage hecho de fragmentos de televisión donde nos enseñan algunas cuestiones sobre la pintura. Un muro empapelado donde han sido pintadas palabras que insisten en la premisa de la productividad (…) Cada objeto estético dispuesto nos formula ideas sobre los otros, hecho que hace surgir una polifonía corrupta sobre el papel del trabajo en el arte y sobre el lugar del arte en el sistema de producción (capitalista) que se soporta en el trabajo.
El hombre es y se reconoce en tanto es un ser trabajador. La promesa del trabajo está “garantizada” por la productividad del mismo en términos económicos. No se trabaja para sentirse mejor consigo mismo, para autosatisfacer un deseo propio, tampoco se trabaja para reflexionar sobre el mundo, ni para crear lo inútil. La maquinización y su eco producen más deseos de progreso que un progreso en sí mismo. Y por supuesto, como ustedes (espectadores) lo pueden evidenciar, esta exposición está inserta en “el sistema”, no escapa a éste. Pero en un punto sí intenta burlarlo y desmentir sus promesas (…) Ya lo decía Boris Groys en una de sus intervenciones: “la verdadera libertad es no trabajar”[2] y aquí se refiere a  “trabajar” en el sentido capitalista de la expresión (...)


Érika Martínez Cuervo
  


[1] Dicho o hecho que parece contrario a la lógica. Figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicción. © Real Academia Española


[2] Expresión tomada de un artículo sobre Boris Groys en la Revista Ñ de Buenos Aires, a raíz de una visita que realizó a esta ciudad para el lanzamiento de su libro Volverse público (2014). Publicada 16.04.15.