Ocupación / Occupation. Michèle Faguet

El primero de mayo de 2003, y nuevamente este año (2004), Luis Hernández sacó un aviso en los clasificados de empleo de El Tiempo, ofreciendo sus servicios como artista plástico. Nadie llamó. Basándose en la “estética de la pereza” de José Guillermo Castillo, comenzó a tachar, uno por uno, los más de 400 avisos publicados en esos días, con marcador negro y corrector líquido. El mismo ejercicio se realizó con papel topográfico. Lo que fue fundamentalmente una actividad pictórica (Hernández se formó como pintor) se convirtió en una forma de pasar el tiempo —una actividad mecánica y repetitiva que reflejaba la carencia de ‘actividad productiva’, replicando al mismo tiempo la monotonía del trabajo de una sociedad estratificada­. Es una propuesta que atestigua un contexto en el que tantas limitaciones nos impiden pensar la práctica artística en términos profesionales. Entonces la actividad de producir obra llega a ser menos dependiente de su eventual valor expositiva o comercial—esto se hace evidente en la manera escogida por Hernández para montar la exposición—y más claramente vinculada a aquellas rutinas cotidianas que diferencian un momento del otro.
El otro grupo de trabajos en la exposición—aquellos que involucran imágenes—son bastante diferentes, pues son trabajos abiertamente políticos que tratan de manera explícita recientes formas del imperialismo —de tipo moralista, y quizá las más detestables hasta la fecha. Al igual que los trabajos no-figurativos de la muestra, estas piezas reflejan un mayor interés en el proceso que en el producto final, en un intento de ordenar, aislar y re-significar imágenes precisas de los residuos visuales que diariamente nos hacen asimilar los medios masivos. Según el artista, “pareciera que la muestra es de arte ‘de izquierda’, en contraposición a la tradición o producción cultural del establecimiento. Sin embargo, tal vez el objetivo final de las pinturas sea el de llenar una sala de exposiciones”.




On May 1, 2003 and again this year (2004), Luis Hernández placed a wanted ad in the classified section of El Tiempo offering his services as a visual artist. Nobody called. Drawing upon José Guillermo Castillo’s idea of an “aesthetic of laziness,” he began to cross out, one by one, using black marker and liquid paper, the more than 400 ads published on those particular days. The same exercise was carried out on topographic paper. What was essentially a pictorial activity (Luis Hernandez was trained as a painter) became a way to pass time—a mechanical and repetitive activity reflective of a lack of ‘productive activity’ and at the same time echoing the very drudgery of labor in a stratified society. An art practice that attests to a context in which so many limitations preclude us from thinking about artmaking in professional terms and so the activity of producing work becomes less dependent upon its eventual exhibitive or commercial value—this becomes quite evident in the manner in which Hernandez has chosen to mount this exhibition—and more clearly tied to those simple, quotidian routines that differentiate one moment from the next.

The other group of works in this exhibition—those that deal with images—are quite different in that they are overtly political works that explicitly address the most recent forms of imperialism—U.S. dominated, moralistic, and perhaps the most vile to date. And yet like the non-figurative works in this exhibition, these pieces reflect an interest in process more than product in a labored attempt to sort out, isolate, and re-signify specific images from all the visual rubbish that is fed to us on a daily basis by the mass media. According to the artist, “This might seem to be a ‘leftist’ art exhibition in comparison to establishment tradition or cultural production. However, perhaps the final objective is just filling up an exhibition room.”