Enlace original de la nota de prensa en el periódico El Tiempo, publicado el martes 12 de febrero de 2018:
http://m.eltiempo.com/cultura/arte-y-teatro/patrimonio-baldio-en-la-galeria-nueveochenta-181810
El ‘Patrimonio baldío’, de Luis Hernández Mellizo, en Bogotá
Esta muestra que está en la galería Nueveochenta se desarrolla alrededor del trabajo como concepto.
Luis Hernández Mellizo nació en Bogotá en 1978 y estudió en la Universidad Nacional.
Por: Cultura
12 de febrero 2018 , 11:28 p.m.
Martillos, rodillos, sellos hechos con papas, hachas en miniatura, billetes y monedas forman parte de la más reciente exposición del artista bogotano Luis Hernández Mellizo (1978), como una forma de cuestionar las condiciones que definen el trabajo como concepto, el alcance de la actividad socioeconómica y la fuerza de trabajo de un individuo.
Dichos objetos no están en su estado ‘natural’, es decir, relacionados con la labor que tienen en el trabajo de un obrero, un jardinero o un constructor, sino que han sido intervenidos como una forma de revelar su carácter no capitalizable y de hablar del trabajo como una acción que se transforma.
En esta muestra, que se presenta en la galería Nueveochenta hasta el 10 de marzo, el dinero como objeto pierde su valor, como sucede con una serie de 100 monedas argentinas de un peso, ubicadas en línea recta sobre un soporte de madera que se sostiene en la pared, que lucen aplanadas.
“Es un objeto metálico que tiene una serie de inscripciones y vale un peso. Pero ¿cuál es el valor de ese peso? Es un juego de palabras, pues a ese peso le imprimí peso, como una forma de anular esa ecuación”, cuenta Hernández.
Para lograrlo, el artista puso las monedas en los rieles del tren en Buenos Aires, Argentina, país donde el artista ha desarrollado parte de su trabajo, para que este les pasara por encima y así les quitara la posibilidad de ser cambiadas.
Hernández, quien estudió Artes Plásticas y Visuales en la Universidad Nacional, también plantea una similitud entre el quehacer artístico y los oficios tradicionales, pues considera que en la sociedad actual, el arte es de difícil acceso, como que “debería haber unos conocimientos previos que impiden que circule. Por eso, trato de hacer el símil con esos otros trabajos que, generalmente, no tienen una instrucción académica, como la construcción”.
El artista no intenta ponerse en los zapatos de esos trabajadores, sino que trata de establecer un puente de paridad. Por eso considera que el artista, a diferencia de personas dedicadas a otras profesiones, se pone el overol, trabaja con la materia prima, se ensucia, hace pruebas y termina ‘un producto’, de forma tal que “el arte no funciona con la lógica que tiene otro tipo de disciplinas”.
Hernández habla de patrimonio porque los objetos iniciales que usó en su proyecto tienen una capacidad implícita de valor. Y de baldío como algo que está en potencia de algo, “como quieto, pero que eventualmente podría llegar a generar mucho, como la capacidad de ejercicio de poder de algo”.
En esta muestra, que se presenta en la galería Nueveochenta hasta el 10 de marzo, el dinero como objeto pierde su valor, como sucede con una serie de 100 monedas argentinas de un peso, ubicadas en línea recta sobre un soporte de madera que se sostiene en la pared, que lucen aplanadas.
“Es un objeto metálico que tiene una serie de inscripciones y vale un peso. Pero ¿cuál es el valor de ese peso? Es un juego de palabras, pues a ese peso le imprimí peso, como una forma de anular esa ecuación”, cuenta Hernández.
Para lograrlo, el artista puso las monedas en los rieles del tren en Buenos Aires, Argentina, país donde el artista ha desarrollado parte de su trabajo, para que este les pasara por encima y así les quitara la posibilidad de ser cambiadas.
Hernández, quien estudió Artes Plásticas y Visuales en la Universidad Nacional, también plantea una similitud entre el quehacer artístico y los oficios tradicionales, pues considera que en la sociedad actual, el arte es de difícil acceso, como que “debería haber unos conocimientos previos que impiden que circule. Por eso, trato de hacer el símil con esos otros trabajos que, generalmente, no tienen una instrucción académica, como la construcción”.
El artista no intenta ponerse en los zapatos de esos trabajadores, sino que trata de establecer un puente de paridad. Por eso considera que el artista, a diferencia de personas dedicadas a otras profesiones, se pone el overol, trabaja con la materia prima, se ensucia, hace pruebas y termina ‘un producto’, de forma tal que “el arte no funciona con la lógica que tiene otro tipo de disciplinas”.
Hernández habla de patrimonio porque los objetos iniciales que usó en su proyecto tienen una capacidad implícita de valor. Y de baldío como algo que está en potencia de algo, “como quieto, pero que eventualmente podría llegar a generar mucho, como la capacidad de ejercicio de poder de algo”.