El lugar entre las palabras. Benedetta Casini


Hasta el mapa miente. Aprendemos la geografía del mundo en un mapa que no muestra el mundo tal cual es, sino tal como sus dueños mandan que sea. En el planisferio tradicional, el que se usa en las escuelas y en todas partes, el Ecuador no está en el centro, el norte ocupa dos tercios y el sur, uno. América Latina abarca en el mapamundi menos espacio que Europa y mucho menos que la suma de Estados Unidos y Canadá, cuando en realidad América Latina es dos veces más grande que Europa y bastante mayor que Estados Unidos y Canadá. El mapa, que nos achica, simboliza todo lo demás. Geografía robada, economía saqueada, historia falsificada, usurpación cotidiana de la realidad del llamado Tercer Mundo, habitado por gentes de tercera, abarca menos, come menos, recuerda menos, vive menos, dice menos. (Eduardo Galeano).


El lugar entre las palabras es un espacio en blanco, un vacío. 
A la vez es lo que les da forma a las palabras, lo que permite que a cada significante corresponda un significado. De alguna manera es un no-lugar, algo que está pero no se ve, pasa desapercibido - como la pared detrás de una tela - solo existe en relación a algo más, como momento de pasaje entre una palabra y otra. Que sucedería si juntáramos todas las palabras de un texto y luego separáramos las letras aleatoriamente? Un nuevo lenguaje, ininteligible. Posibilidades infinitas. 

Tallando territorios inexistentes en libros de los más variados orígenes, Luis Hernández Mellizo traza entre las hojas un lugar ausente, una geografía nueva, automática e intuitiva. Como palabras de un lenguaje inédito, los tomos de un diccionario enciclopédico configuran el canto erosionado de un rio imaginario. Vehículos de un conocimiento estático, los libros ya no existen para ser leídos sino que se convierten en pura forma, materia plástica vaciada de su contenido y manipulada para la construcción de un nuevo relato.

Tras un proceso inverso, una reconstrucción de la luna tal como la imaginó un ilustrador del siglo XIX se convierte en un cartel pancarta: esta vez son las palabras las que irrumpen en el territorio, transfigurándolo con minuciosas perforaciones. La estratificación de miradas se configura en una topografía subjetiva de uno de los territorios más explorados por el imaginario colectivo, cuya identidad oscila continuamente entre realidad y ficción. Asimismo, países que en la cartografía tradicional ocupan las extremidades opuestas de América del Sur, como Colombia y Argentina, coquetean inesperadamente aislados de los territorios limítrofes en un mapa afectivo, enunciando una geografía interior del artista. 

En otra sala, una luz puntual ilumina de a uno los libros intervenidos dispuestos en una mesa circular, como un antiguo modelo del universo. Textos de distintos idiomas - textos imposibles de leer, semánticamente vaciados – vinculan entre sí territorios lejanos. Sus títulos y tapas son el único criterio de selección, sin importar su contenido. Las geografías se multiplican, los libros componen un absurdo atlas de conocimiento.  De fondo, el sonido de una grabación defectuosa esboza un insólito mapeo de América Latina: a la erudición de los diccionarios enciclopédicos y los mapas geográficos se contrapone la informalidad de la cultura popular, el gesto intuitivo – y sin embargo quirúrgico – de reconstruir aleatoriamente un territorio combinando sus ritmos y sus voces. Al lado, la representación topográfica de una América Latina borrada sugiere recomponer el rompecabezas de forma caprichosa. 

A través de este insólito atlas descompuesto Luis Hernández Mellizo reconstruye un territorio cuya identidad ha sido desmembrada y largamente contaminada por pensamientos coloniales. El conocimiento canónico y convencional vehiculado por los libros y los mapas es la materia prima que el artista manipula para generar un espacio geo-poético. ¿Qué representan las fronteras y las ciudades si el océano las desplaza de su posición originaria reconfigurándolas en un orden aleatorio? ¿Cómo orientarse en un mapa ciego? ¿Qué leer entre las hojas de un libro mutilado? En una suerte de desaprendizaje metódico, el artista desarticula el saber normativo y el conocimiento convencional, proponiendo otra mirada, resultado de un procedimiento azaroso e intuitivo. A partir de una recuperación de lo plástico y lo afectivo genera su “mundo corregido”, hasta revertir la geopolítica del conocimiento. 

Benedetta Casini