Siempre me
resultó interesante el espacio de la vitrina del Tx, era llamativo, reducido
(un reto) y además tenía una locación única, estando a la entrada del
departamento de artes y además en un pasillo de regular tránsito para
estudiantes, profesores y personal. El poder expositivo de la vitrina radicaba
en localizarse en un lugar público, por el cual la gente cruza sin querer ir a
ver una exposición pero que igual se la encuentra. Me atraía también la idea de
pensar una exposición para la puerta de entrada de un departamento de artes,
algo que se viera justo antes de ir a una clase y que conviviera con la gente
que se sentaba al frente en los descansos e intermedios entre clases. Lo pensé
como un ciclo de exposiciones semanales pues la rotación del público en aquel
lugar era constante, quien quisiera ir a la diapoteca o a los salones de clase
lo hacía ya varias veces a la semana entonces una semana se hacía suficiente.
También se tomó la decisión de no poner fichas técnicas, no para invisibilizar
a los artistas, sino para remarcar esa sensación de una exposición que con la
que uno se tropezaba, experimentar el disponer un objeto sin referencias ni
autores colocado en un pasillo; de todas formas, el cronograma de artistas
sería difundido por medios electrónicos, invitaciones y después la exposición
sería reseñada en un catálogo, así que la información sería accesible de ésta
manera.
Pensé que
al ser una exposición en una puerta ésta debería hablar sobre lo que dicha
puerta significaba, y en este caso el lugar de exposición era la entrada a una
institución de formación académica y promesas a futuro, de adoctrinamiento y al
mismo tiempo de liberación. Diseñé una secuencia de 6 exposiciones con artistas
que de una u otra manera dudaban sobre la academia artística y la promesa de
futuro tácitamente prometida por ella. Como en cementerios y mausoleos, una
inscripción recuerda al visitante en la puerta de entrada que debe dudar de la
certeza de su vida y la seguridad en su andar, pues tal vez el mundo no es como
lo tiene pintado y todo es más complejo de lo que parece.
*
Las dos
piezas que se expusieron en la muestra de Luis Hernández-Mellizo ya habían sido
exhibidas con anterioridad, pero nunca al tiempo. El montaje ponía en relación
una escultura de la primera muestra individual del artista (su proyecto final
de pregrado) con un collage de su exposición entonces más reciente en su
galería representante, ocurrida también en Bogotá pero con casi 12 años de
diferencia. De ésta manera, la exhibición abarcaba con dos trabajos todo el
espectro de tiempo en el que Hernández-Mellizo había participado en el círculo
expositivo.
La primera pieza, exhibida en la universidad
nacional a finales de los 90’s, se llama corona de artista y consiste en una
corona hecha por Luis a mano y de manera artesanal usando cartón, bisturí y
pegamento. El objeto en principio parecería hacer alusión a una precariedad de
recursos o una mímica wanabbe de una
posición política inalcanzable, sobre todo para alguien de una profesión poco
prestigiosa como negocio o para un profesional de clase media de un país en vías
de desarrollo (es decir, pobre). Sin embargo, una segunda mirada nos demostrará
que el asunto es completamente distinto: la corona está hecha con cartón
fuerte, los cortes son pulidos y el pegamento está aplicado de manera
cuidadosa, se podría decir que está hecha con esmero y cuidado. No es una
enfatización a la situación de pobreza sino una elegía a la capacidad creadora
de la manualidad, a la oportunidad que tenemos de crear un status y una
posición política propia, pues así como la corona de oro es un símbolo de
propiedad económica y política, la corona de cartón es una postura política e
intelectual. El cartón aquí no es un material humilde en absoluto, representa
la posibilidad de alterar la materia con trabajo y la realidad con ideas,
derecho y deber ciudadano que no le es ajeno a quien se dedica a las artes.
La segunda
pieza fue elaborada en el año 2011, muchos años después de la primera y cuando
Luis ya ha cumplido varios pasos de profesionalización en su carrera: salones
nacionales, premios, becas, montones de exposiciones individuales y sobre todo
colectivas, curadurías, agarrones con coleccionistas y galeristas, triunfos y
fracasos. El collage llamado el pintor, que funcionó a manera de texto de mano
de la exposición Archivos, inventarios,
ensayos y notas sobre la pintura, es una colección de imágenes extraídas de
cómics, notas de prensa y hasta bolsitas de azúcar que hacen alguna alusión al
oficio de quien se dedica a pintar. La colección tiene un tono decididamente
emocional y expone extractos de entrevistas con diferentes personas que hablan
del oficio. Los comentarios refieren fortaleza, dedicación, esmero, romance,
nostalgia. Al lado de ellos, un dibujo infantil de una mano con un pincel
acompaña a la frase “manos que pintan”, tal vez haciendo alusión al gozo
despreocupado que puede representar dicha técnica en quienes la ejercen sin
pudor y por el claro impulso del placer. Arriba de esa frase, un recorte en
inglés (tal vez un libro de enseñanza del idioma) reza “i was going to be an
artist, but is hard to make a living as an artist”.
La relación
de las dos piezas demuestra una constante en el trabajo de Luis, una inquietud
no solamente por la labor del artista contemporáneo sino por lo que conlleva
tomar la decisión de ser uno, la dificultad de dedicarse al lastimosamente
exclusivo público de ésta labor y a la difícil pero al parecer inevitable relación
que hay entre la libertad creativa y el sacrificio personal.
*
Salto al vacío es una serie de 6 exposiciones individuales que se desarrollaron a lo largo de dos meses en la Vitrina del TX - Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia. Los artistas invitados por el curador a este proyecto fueron: Luis Hernández Mellizo, Manuel Kalmanovitz, Julián León, Mauricio Cruz, Lorena Espitia y Carlos Bonil
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El edificio de artes de la Universidad de los Andes se despide, será demolido al finalizar el año y con su fin, el sabor agridulce del cambio forzoso nos golpea. Cambio en los estudiantes por tener que hacer trasteo a otros lugares de la universidad, pero también cambio en la mente de los que estudiaron, que aunque ya no utilicen la construcción regularmente, tienen su memoria atada a él. Junto al edificio será destruida también la vitrina de la entrada del departamento, un espacio de exposiciones raro que, a pesar de su reducido tamaño, pudo albergar por años obras de estudiantes, profesores e invitados. Cuando estaba vacía se parecía a una vitrina de trofeos, de esas de secundaria gringa, en la que los highschools meten cuanto recuerdo de gloria pasada pudieran presumir, y esto es particularmente irónico si se tiene en cuenta que, de todas las carreras de la universidad, tal vez es artes el departamento en el que menos sentido tiene dicha vitrina de primeros puestos, medallas y galardones.
Siempre que algo inicia estamos tímidamente conscientes de que algún día encontrará su fin, así como éste año 2012 lo encontrará en un par de meses, y con éste año el edificio nos abandonará, y con el edificio la vitrina, y con la vitrina esta exposición. Pero así como, aún en mínimo grado, estudiar fulminó ciertas creencias para dar paso a otras, y la inquietud del artista se curte e instruye solamente para enfrentarse a nuevos obstáculos, todo acaba todo el tiempo pero para empezar de nuevo, para construir otro edificio, tener nuevas metas, habitar otro lugar.
http://arte.uniandes.edu.co/expo/salto-al-vacio/
http://arte.uniandes.edu.co/expo/salto-al-vacio/